viernes, 21 de noviembre de 2008

Inspirado en Magritte


Érase una vez un hombre que cansado de buscar el amor, cansado de conocer mujeres incompletas, mujeres que no le hacían feliz, decidió que se la crearía él mismo.
Para eso, tuvo que soñar muchas veces y dibujar mucho, hacer muchas probaturas y dejar que el instinto le guiara. Tuvo que esperar hasta que la musa llegara para decirle al oído cómo sería su mujer. Y llegó. Y empezó su obra. La hizo a imagen y semejanza de su diosa, su luna y su sol. La quiso desde el primer dedito que le pintó. Su corazón estaba lleno de amor y deseo.
Al terminar, la besó.
Él hablaba y contaba cosas, y ella aprendió a leer y escribir, aprendió las artes del amor. Pasado un tiempo, él la preparó para salir al mundo exterior, para presentarla oficialmente y casarse.
Y llegó el temible día, ése en que la mujer quiso conocer a otros hombres y buscar su amor. Se alejó de él, pero de vez en cuando le enviaba cartas narrando sus aventuras. Cierto día le llegó una carta, pasados unos años. Una carta dónde ella le decía que encontrar el amor era muy difícil, y que por favor le explicara cómo crear a su hombre.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Suerte

Me senté en una terraza a pleno sol. “Una clara bien fría, por favor”. Cerré los ojos durante una eternidad para mí, un minuto para el resto del mundo. Bendito seas, mi sol. En mi cara se esbozó una sonrisa. Era feliz. El hormigueo de la satisfacción me subió desde la entrepierna hasta el cuero cabelludo, erizándome todo vello que encontraba a su paso. ¿Qué haría a partir de ahora? ¿A quién se lo diría? No tenía ni idea. Nunca me había tocado nada, ni el reintegro de la primitiva y ahora era casi millonaria. ¡No me lo podía creer!

Abrí los ojos y encima de la mesa como por arte de magia, una clara fría y un papel, y escrito a mano un mensaje: “Señor de 62 años despedido por la crisis busca trabajo de lo que sea. Su señora se ofrece para tareas de limpieza. 654896745”

El corazón se me inundó de tristeza y la pena me dio una puñalada justo en el centro del pecho.

El mundo seguía siendo injusto para el resto de los mortales.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Engaños

Estaba intentando cerrar la puerta de mi casa, entre prisas y bolsas, cuando vi salir de la casa de mis vecinos, a mi susodicho y a una chica que no se parecía a su mujer. Élla tenía el pelo un poco revuelto, pero él estaba como un pincel (demasiado pincel para ser las 20h de la tarde). Bajé las escaleras y me paré en el estanco antes de que cerrara. Al salir, vi a aquella chica, con cara de ansiedad, al pie del semáforo. Me puse junto a ella, y la miré. Ella se percató, y las dos encendimos un cigarrillo. La verdad es que tenía algo en su rostro que la hacía tan dulce...En un vaivén de pasajeros apresurados, se le cayó el bolso y la ayudé a recogerlo. Vi una bolsita con polvo blanco, me pregunté si mi vecino sabría que su amante tomaba drogas. Y pensé en cómo se tomaría su mujer si sabía que él se acostaba con otra que tomara drogas. Al ver la bolsa, me miró a los ojos y me dijo:
- ¿Te apetece probarla?
No respondí, pero me agarró del brazo, y cuando me di cuenta, estábamos abriendo la puerta de mi casa, mientras mi vecina hacía lo mismo y me miraba un tanto raro.
Su ignorancia sobre la situación me dio pena, y pensé qué pensaría mi marido si supiera que me acosté con una chica, y que además, nos drogamos hasta el amanecer.
Al día siguiente, me encontré a mi vecino. - Qué hipócritas somos, verdad? - le pregunté, sin esperar respuesta.