viernes, 24 de abril de 2009

Conexiones

Después de que me dieran el alta, volví a casa con una sensación de impotencia. Me hicieron firmar una hoja en la que quedaba claro que tenía que ir 2 veces por semana a tratamiento ambulatorio en el mismo hospital. Lunes y jueves. A las 16.30h.
Cuando he llegado a la sala de espera, después de un pequeño papeleo, he visto a una mujer con las manos vendadas. No sé qué haría esa mujer ahí. Los psicólogos no miran las manos, o eso creo yo. Me he sentado enfrente de ella, pero apenas me ha mirado. He tenido pensamientos intrusivos como " y si me pregunta qué hago aquí, ¿qué le digo? Mira, me bañé en una fuente pública. " ¿Y si se lo preguntaba yo?
-Hola, ¿cómo te llamas?
-Quién, ¿yo? Mercedes.
- Yo Paula.

Mercedes se levantó y se volvió a sentar unas 4 veces. Empezó a rozar las manos entre sí y noté que sudaba un poco. En estas, apareció la doctora y la llamó.
Yo me quedé ahí sentada, y apareció un chico. No era guapo, pero tampoco era feo. Nos miramos. Era mayor que yo, y creo que me encontraba atractiva. Lástima que tuve que entrar a terapia.