lunes, 16 de mayo de 2011

Síndrome de Clerembâult

Era una mañana fresca pero agradable, con esa temperatura que te hace sonreir después de unos días de frío intenso. Se imaginó que ya no hacía falta el jersey de cuello vuelto ni el impermeable tan usado últimamente por la gente.
Miró a través de la ventana de su habitación, vestida con su bata preferida, y localizó el aparcamiento 114. Seguía vacío. Cerró la cortina con cierto desdén y suspiró ruidosamente. Oyó las agujas del reloj y se quedó mirando la secundera un rato, hasta que volvió en sí gracias a Magda, la enfermera. Hora de desayunar. Se abrochó su bata haciéndose 2 nudos y un lazo, y salió dirección al comedor, siguiendo a la amable Magda.
Magda era la única que sabía del romance secreto entre ella y el señor T. y le había jurado que no se lo diría a nadie, ya que estaban en una situación embarazosa. Ella era una paciente que había ingresado por una pequeña decepción sin importancia que tuvo hace 1 año, de la cual no quería hablar, pero se había quedado en el hospital por un motivo. El Señor T la había conocido una semana después de su ingreso, y la retenía allí para poder verla cada día y estar cerca de ella, aunque no se atrevía a decírselo. Él era un apuesto galán que siempre tenía palabras de fuego y recetas de amor.
Desayunó y fue a la habitación a vestirse. Miró por la ventana, esta vez el aparcamiento estaba ocupado y se apresuró a acicalarse. T había llegado. A las 11 tenían una cita.

- Buenos días Purita, ¿Qué tal te encuentras?
- Perfectamente ahora que estamos juntos, Señor Terapeuta.
- ¿Has estado pensando en lo que hablamos? En este año de tratamiento hemos hecho avances, ¿verdad? El otro día llegamos a la conclusión que el Director de tu antigua empresa no era tu amante, sino tu jefe. Conseguimos reunir pruebas de ello.
(Purita cambió su adorable sonrisa por una mueca mezcla de miedo y tristeza)
- Así es... era porque necesitaba a alguien que me amara, me sentía sola. Aunque me daba indicios ...que malinterpreté.
- Bien, pues ahora hablaremos de nosotros.

Purita en esa sesión, llegó a reconocer internamente que pudiera ser que en realidad su terapeuta no era lo que ella creía, pero sólo durante unos momentos. Aún le costaría unos meses verbalizar y comprender que su amor había sido autogenerado.