jueves, 13 de noviembre de 2008

Engaños

Estaba intentando cerrar la puerta de mi casa, entre prisas y bolsas, cuando vi salir de la casa de mis vecinos, a mi susodicho y a una chica que no se parecía a su mujer. Élla tenía el pelo un poco revuelto, pero él estaba como un pincel (demasiado pincel para ser las 20h de la tarde). Bajé las escaleras y me paré en el estanco antes de que cerrara. Al salir, vi a aquella chica, con cara de ansiedad, al pie del semáforo. Me puse junto a ella, y la miré. Ella se percató, y las dos encendimos un cigarrillo. La verdad es que tenía algo en su rostro que la hacía tan dulce...En un vaivén de pasajeros apresurados, se le cayó el bolso y la ayudé a recogerlo. Vi una bolsita con polvo blanco, me pregunté si mi vecino sabría que su amante tomaba drogas. Y pensé en cómo se tomaría su mujer si sabía que él se acostaba con otra que tomara drogas. Al ver la bolsa, me miró a los ojos y me dijo:
- ¿Te apetece probarla?
No respondí, pero me agarró del brazo, y cuando me di cuenta, estábamos abriendo la puerta de mi casa, mientras mi vecina hacía lo mismo y me miraba un tanto raro.
Su ignorancia sobre la situación me dio pena, y pensé qué pensaría mi marido si supiera que me acosté con una chica, y que además, nos drogamos hasta el amanecer.
Al día siguiente, me encontré a mi vecino. - Qué hipócritas somos, verdad? - le pregunté, sin esperar respuesta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si,somos hipócritas... con nosotros mismos y con el resto,pero creo que es menos doloroso que la verdad,(triste,eh?