Para eso, tuvo que soñar muchas veces y dibujar mucho, hacer muchas probaturas y dejar que el instinto le guiara. Tuvo que esperar hasta que la musa llegara para decirle al oído cómo sería su mujer. Y llegó. Y empezó su obra. La hizo a imagen y semejanza de su diosa, su luna y su sol. La quiso desde el primer dedito que le pintó. Su corazón estaba lleno de amor y deseo.
Al terminar, la besó.
Él hablaba y contaba cosas, y ella aprendió a leer y escribir, aprendió las artes del amor. Pasado un tiempo, él la preparó para salir al mundo exterior, para presentarla oficialmente y casarse.
Y llegó el temible día, ése en que la mujer quiso conocer a otros hombres y buscar su amor. Se alejó de él, pero de vez en cuando le enviaba cartas narrando sus aventuras. Cierto día le llegó una carta, pasados unos años. Una carta dónde ella le decía que encontrar el amor era muy difícil, y que por favor le explicara cómo crear a su hombre.